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Las crisis como oportunidad de crecimiento personal


El término “crisis”, proviene del griego “krinein”, traduciéndose como separar, dividir, decidir, elegir…

Romano Guardini, profundo conocedor del alma humana, decía que cada etapa de la vida se caracterizaba por una crisis cuya superación, condicionaba el paso a la etapa posterior. Así, podíamos entender por qué algunas personas no seguían el camino de madurez propio de toda vida; sino se quedaban ancladas en la adolescencia o alguna otra etapa. Recuerdo haber leído que para los chinos, la palabra crisis tenía dos significados: quiebre y oportunidad…

El psicólogo C. Jung destacó el estado de alerta que se produce en una crisis. Tiene razón; cuando todo parece funcionar como es de costumbre, tendemos a comportarnos como es ya habitual, sin cuestionarnos, sin indagar. Es claro, si siempre pasa el bus por donde mismo, nosotros también, sin mayor preocupación, haremos lo mismo. Pero si una vez en el paradero, no ocurre lo que esperábamos, entramos en un estado de alerta, alarma, indagación… Se ha perdido una especie de continuidad de nuestra historia, para dar lugar a un hito, a un acontecimiento que implica una situación problemática que resolver.

Así, cuando estamos en crisis, sentimos que algo que parecía seguro, estable, se tambalea y nos lleva a una serie de cuestionamientos, dudas, incertidumbres… En un primer momento, tal vez nos acongojamos, porque no sabemos a qué atenernos. Debemos replantearnos nuestra vida y talvez la de otros; luego tomar decisiones, elegir un nuevo enfoque de nosotros mismos, de algún aspecto de nuestra existencia o de su sentido; a veces, cambia nuestra perspectiva, concepto o valoración de los demás o del mundo. Es claro que la crisis nos ofrece la gran oportunidad de crecer, de salir fortalecidos; pero tampoco es menos verdad, que implica un riesgo, pues podemos ser superados por la crisis en vez de superarla a ella.

Por supuesto, que dependiendo de la índole y gravedad del problema y de nuestra condición humana, podremos superar la crisis por sí mismos, o bien, requeriremos de ayuda de los demás. No es lo mismo hablar de crisis personales cuando se es niño, adolescente, joven, adulto o anciano; tampoco es lo mismo una crisis de identidad, que una crisis familiar, nacional o mundial; como también hay que distinguir entre crisis económicas, laborales, políticas, morales, religiosas, culturales, etc.

No cabe duda, entonces, que toda crisis lleva consigo un riesgo (la no superación y, consecuente decadencia) y una oportunidad (su superación y nuestro fortalecimiento). Superar una crisis implica, por lo tanto, detectar y saber cómo enfrentar los peligros o amenazas, el caos, lo insano, la violencia, lo aparente, lo superficial, un sin sentido que pueden estar incoados en una persona, un estilo de vida o moda, una ideología, una creencia, una instancia de poder, etc. Hay que distinguir entre lo que hay que salvar y atesorar y lo que hay que desechar. Las crisis nos exigen un mayor esfuerzo, dolor, separación, dejar atrás; pero para mirar hacia delante, con esperanzas de un mejor futuro, de construir. Implican un no dejarse estar; un no dejarse llevar; por lo mismo, requieren de nuestra persistencia, perseverancia, ingenio, amor y valentía. Superar una crisis es superar lastres de de mal vivir; implica purificar, limpiar, ordenar, vislumbrar. Por todo lo que una situación crítica requiere de nosotros, su superación exige no caer ni en el pesimismo derrotista o depresivo; ni en el optimismo ingenuo y desprevenido.

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UNIDAD I: EL AMOR COMO SUSTENTO DE LA FAMILIA

La familia está en crisis


Mauricio Valenzuela, psicólogo, en su libro “Novias de negro. ¡El matrimonio está en crisis!”, nos dice: “Hace 60 años atrás, en Chile, se casaron aproximadamente 100.000 personas y se separaban no más de 1.000. (…) Este año se casarán no más de 60.000 y se separarán unas 20.000. (…) Disminuyen los matrimonios tradicionales, aumenta la convivencia y las separaciones. Familias impensadas hace 60 años…” (pág. 3)




Tres son los pilares que conforman la familia:

1) la persona

2) la relación de pareja

3) la cultura social en que debe desarrollarse.

Si estos pilares están en crisis, la familia es la afectada. Súmase a esta crisis la de los hijos, abuelos y la deformación o ruptura de las relaciones que debieran generarse entre los mismos.




¿Qué provoca la crisis; cómo salir de ella?
Debemos diferenciar entre causa e influencia o condicionantes; pues la causa es determinante; mientras la influencia sólo facilita o dificulta la acción de la causa. Así, si queremos comprender e intervenir, modificar una conducta o situación, debemos buscar la causa que origina la misma. Las influencias pueden ser múltiples; pero sólo actúan si existe la causa: Si el vidrio no fuera frágil, no se quebraría ni con nuestros golpes, piedras o balas; análogamente, si la persona no fuera débil de carácter, no la dominarían


NO SABER AMAR

Entonces, si buscamos la causa de la crisis familiar o de cualquier otra relación interpersonal, descubriremos que dice relación directa con no saber amar, es decir, con una incapacidad para realizarnos amando; para expresar, nutrir y cuidar o defender el amor de los condicionantes de la vida... A partir de esta falta de amor, derivarán varias actitudes y comportamientos que llevarán a la crisis de la familia y a otras crisis:

1. La cosificación de la persona y del mundo (afán de dominar y no de cultivar)
2. Pérdida del lenguaje superior
3. La falta de sentido de humor y de gracia (atonía de vida, falta de coquetería y seducción))
4. Moverse a nivel del tener y no del ser (consumismo; hedonismo)
5. Incapacidad para el encuentro consigo y con el otro (evasión)
6. Fragilidad de sentimientos (incapacidad de compromiso)
7. Libertad de… (liberación o desvinculación) pero no su necesario complemento: la libertad para… (vinculación, compromiso)
8. Incapacidad para conformar ámbitos que den lugar al “nosotros”, “nuestro” (ser familia, amigos,…)

Esta enumeración de derivados o consecuencias de la falta de amor, tiene sólo un sentido pedagógico, pues en la realidad se dan en unidad indivisible; se trata tan sólo de diversos aspectos o dimensiones del “desamor” como culpabilidad (causa) de la crisis de pareja y, por ende, de la crisis que asola a la familia actual. Situaciones externas, como los problemas económicos, laborales y otros, también son producto del desamor presente en otros ámbitos -laboral, escolar, político, etc.- los que se presentan como un reto a superar por los que sí amamos.

Pues bien, nuestro curso tiene por finalidad ayudarnos a descubrir como reconstruir la familia, aprovechando las vivencias que nos puede entregar el cine, para luego interpretarlas, analizarlas y dar razón de las mismas.




Aprender a distinguir diversos modos de realidad:
Requisito para construirse como familia

Para pensar sobre la familia, sobre sí mismo, sobre los afectos, lo sublime o lo sagrado, no es suficiente saber pensar, y talvez hacerlo muy bien en lo que respecta a cuestiones científicas o técnicas. Distintas son las exigencias de rigurosidad que nos plantean realidades de índole muy diversa al átomo de hidrógeno o la bacteria x.
Fundar, crear lazos o vínculos afectivos y morales con un semejante, comprenderlo y comprendernos, valorar situaciones interpersonales, requiere de capacidades, genialidad y sutilezas distintas a las requeridas por el análisis y formulación, descubrimiento o inventiva científica o tecnológica
“Por eso no es infrecuente encontrar a personas que en su profesión se mueven con un dominio total, y en cambio son elementales, toscas, casi diríamos primitivas en lo tocante a las relaciones personales. Hay un evidente desequilibrio entre la preparación profesional de las gentes y su formación humanística" (Alfonso López Quintás. “El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa”. Pág. 79)
Pensar en nuestras vidas, en la posibilidad de amar y ser amados, en formar una familia, requiere aprender a hacerlo; encontrar el método adecuado y, además, ejercitarlo una y mil veces (he escogido el cine como motivo público de nuestro ejercicio; de tal modo resguardar la hoy poca respetada vida privada). Amar bien no es más fácil que ser buen pianista; por el contrario, es uno de los retos más difíciles, pero también el más importante ¿o no?. Para ser un gran pianista, no será suficiente el disponer de un buen piano, ni contar con las potencias o capacidades para pulsar sus teclas, saber leer los signos de una partitura, recordar la pauta, conocer la técnica y poseer agilidad en las manos. Por ello, el mejor de los pianistas ejercita una y otra vez su arte; día a día…
Pensar sobre alguien, no es sinónimo de considerarlo o, sin más, tenerlo en mente; es acogerlo,“hacerle justicia, descubrir su sentido y sus implicaciones, poner al descubierto todo su alcance” (Ibíd. Pág. 80) No es suficiente, por ejemplo, percibir que el amado-a ha callado, guardando silencio; debemos preguntarnos, cuál es el sentido de su silencio: ¿implica espera, rechazo, vacío, dolor o sobrecogimiento? ¿Y si tu respuesta es espera, qué espera de ti y qué debes esperar tú de él- ella? ¿Es justa esa espera y, ante ella, cómo debes actuar tú: qué , cómo, cuándo y para qué?
Buscar el método adecuado para ponerse en el lugar del otro…; importante y difícil tarea; pero no imposible cuando hay amor. Siguiendo con la similitud del pianista, López Quintás nos advierte: “Un método inadecuado destruye para siempre las posibilidades de un artista y –agrega- un deportista. Agarrota sus músculos, no le permite sacar partido a sus posibilidades (…) Con un hacha de leñador se puede abatir un árbol en el bosque, pero no arreglar un reloj”. (Ibíd.). Para pensar sobre el amor, para aprender a amar y a entregar ese amor, debemos aprender a valorar los diversos modos de realidad y la forma de acceder a ellos. Esto nos lleva a aprender el lenguaje adecuado de comunicación, de encuentro y, antes, comprender la interveración de ámbitos:
Para pensar sobre el amor, para aprender a amar y a entregar ese amor, debemos aprender a valorar los diversos modos de realidad y la forma de acceder a ellos. Esto nos lleva a aprender el lenguaje adecuado de comunicación, de encuentro, de integración...
Observen la persona que les interesa; ¿qué es lo delimitable, medible, visible de ella; podemos ver sus pensamientos, sentimientos, temores o anhelos; podemos asirla por completo con nuestras manos; dónde empieza y dónde termina la persona amada? Tu amor o su amor son reales pero no visibles; escapan a la vista, al tacto, a la cuantificación; debemos vivenciarlos e imaginar su amor a través de su mirada, palabras, actos o silencios…aprender a interpretarlos: no estamos ante realidades “cosas” u “objetos”, sino ante realidades personales: personas y cosas que al ser personalizadas, se elevan al nivel personal.
Explico: mientras las meras “realidades – objeto” son y tienen una masa, peso y acción delimitados; la persona no se reduce a su cuerpo como si se tratara de un objeto sino que, debido a su naturaleza de su ser libre y fuente de iniciativas, va creando vínculos únicos y fecundos, en un juego configurador del mundo y de sí mismo. En palabras de López Quintás, la persona crea especies de campos de juego, ámbitos de realidad. El ámbito creado por la persona que tengo ante mí, me acoge y yo lo acojo en el creado por mí; creamos una realidad ambital que llamamos "nosotros", la que también se trasciende en un "nosotros -en el -mundo".
El conformar un ámbito de juego, de amor entre ambos, no implicará fusionarse (lo que llevaría a una pérdida de identidad); tampoco implicará sometimiento de uno al otro (sub-yugación); sino acogimiento, esto es, al mismo tiempo que prudente distancia que no aleja porque no es distanciamiento, sino respeto, una debida cercanía que no ahoga porque es compromiso, responsabilidad, interés, acogida. De este modo, la pareja y quienes la integran se van fortaleciendo, enriqueciendo: Gracias a ti, dice el o la amada, soy más feliz, porque soy mejor. Es que el amor posee un poder germinal ¿Se han fijado que los que aman y se aman, parecieran iluminados, florecientes, con ansias de vivir el amanecer y atardecer, la música y la poesía, enfrentar los retos de la vida con sus problemas, alegrías y dolores? Por ello es tan difícil ocultar el amor, se refleja en la mirada, en el tono de voz, en la disposición de los cuerpos, en la forma de proyectarse, en la generosidad...
Así, el amante descubre y despierta en la pareja una fuente germinal, un haz de posibilidades que tal vez, antes dormidas, no habían sido descubiertas. Lo mismo, pasa en la relación pianista – piano: Como el pianista sabe tocar el piano, ve en él una fuente de posibilidades que quien no sabe tocarlo, no es capaz de percibir, valorar ni realizar. Por ello el Quijote, cuando ve a Dulcinea, la ama y le dice “mi bella dama”; porque no la ha tratado como objeto sucio, manejable, reemplazable, limitado por la naturaleza de un cuerpo sin más: ha descubierto en Dulcinea una fuente de posibilidades propias de una dignidad, belleza y bondad escondidas a los que miran sólo con los ojos. A partir de ese descubrimiento del Quijote, Dulcinea se descubrirá...
Contrariamente, cuando rebajamos la realidad personal a cosa, la degradamos: quien degrada, no ama. El amor siempre es constructivo; quien ama es feliz amando, haciendo feliz al amado-a. Por ello, el amor es siempre respetuoso…no manipula, no te reduce a un medio para servirse de ti, no te aniquila, no te violenta; no es egoísta, no es dominante. Amante y amado crean un campo de juego - “nosotros”- abierto a los demás; un ámbito germinal, no cerrado: Acogido el amado-a en la intimidad, los amantes se recrean en otros ámbitos diversos al propio del ser pareja; se proyectan en el ámbito laboral, en el de los amigos, del deporte, del club, de la ciudad, etc.
Ser pareja es ser “matrimonio”: han conformado un ámbito – matriz de proyectos comunes, de objetos elevados al rango personal porque están impregnados por la historia del ser pareja: “nuestros” recuerdos, "nuestra" música, "nuestros" sueños, "nuestras" responsabilidades, "nuestras" penas y alegrías compartidas, "nuestras" promesas, "nuestras" complicidades, "nuestra" intimidad de pasión, ternura y respeto, "nuestras" risas y discusiones (no peleas, ni agresión o enemistad), "nuestros" esfuerzos; nuestro hogar… La palabra matrimonio tiene su origen la palabra "matriz"; sin esa unión germinal, no hay matrimonio; sin amor no hay poder germinal. Así también lo ha entendido la Iglesia Católica, entre otras, cuando declara que es nulo el vínculo establecido entre quienes han dado prueba del no amor: Dios no une a quienes no se aman. ¿Acaso antes se amaron? No; creían que era amor... Razones para al confusión? La inmadurez de uno o de ambos, la confusión entre enamoramiento, atracción, deseo de amar y verdaderamente amar... Lo claro es "amor que muere nunca nació". Por eso tantas separaciones, divorcios... se casaron antes de madurar, antes de conocerse realmente.
Queda claro que el encuentro de dos existencias no es la mera y lejana yuxtaposición que les mantiene como dos islas, una al lado de la otra, con momentos de cercanía tangencial, pobre…; como tampoco es fusión infecunda aunque a veces intensa pues aún cuando tengan momentos de placer, si no hay amor, sólo buscarán la gratificación individual y pasajera. Por ello es distinto “ser pareja” que “tener pareja”.
Hoy, un reduccionismo rebaja las realidades superiores a objeto, cosificando la persona, usando y abusando de ella, faltándole el respeto, agrediéndole de las más diversas formas, confundiendo amor con mero placer, reduciendo la sexualidad a sexo y genitalidad; valorando la corporalidad (expresión personal) como mero cuerpo, reduciendo el don de la procreación a mera reproducción.

Crear vínculos implica aprender a interpretarse recíprocamente, descubrir la armonía, la melodía de ese “nosotros”; melodía que se va construyendo paso a paso; que se va perfeccionando, que tiene diversas tonalidades según el momento que se vive: cada uno es una melodía que debe aprender el arte de integrarse armónicamente con la melodía del tú amado-a. "Nuestra melodía" se construye en reciprocidad, entreverando las fuerzas germinales de ambos; escuchándose, deleitándose. ¿Momentos de desarmonía? En un principio de la relación, muchos pero pasajeros, propios de la impulsividad, del no haber nacidos perfectos, del tener que aprender a amarse y a construirse en esa complementariedad que no ahoga sino enriquece a la pareja y a cada uno. Las voces se van afinando con el conocimiento de ambos; se ponen a disposición de la obra: ser familia.

El peligro de reducir los acontecimientos a hechos
Así como podemos reducir a la persona y lo personal a cosa, podemos confundirnos y quedarnos en los significados de los hechos; sin percatarnos que la persona por ser tal se mueve en el nivel de los acontecimientos ; ello requiere aprender a captar el sentido de los mismos.
Para dar cuenta de un hecho, recurrimos al lenguaje y a las fórmulas físico – químicas (fuerza, masa, combustión, fusión, combinación, inercia, velocidad, peso, tiempo, etc.), averiguamos datos exactos como tales. Pues bien, nosotros, las personas, construimos nuestras existencias sobre la base de acontecimientos. Así, decir que son las horas, es entregar un dato, que posee un significado universal consensuado; pero si a las 20 horas debo tomar una decisión con respecto a si comprometerme o no, aceptar o no un trabajo, confesar o no mi amor por alguien: estamos ante todo un acontecimiento. Los hechos no marcan nuestras vida; los acontecimientos, sí. Por esto, los acontecimientos se recuerdan, se celebran o conmemoran.
A veces, en la pareja surgen problemas de incomprensión:
1) cuando lo que para uno es sólo un hecho, para el otro es un acontecimiento,
2) cuando uno sólo capta el significado de los hechos o datos y el otro el sentido,
3) cuando dan distinto sentido al mismo hecho…
Lo importante es aprender a moverse en el nivel de los acontecimientos, buscar el sentido de las situaciones para no empobrecer la vida y las relaciones: Visto el tomar café como un hecho, es lo mismo tomarlo solo que acompañado; como acontecimiento, no. Tampoco es lo mismo caminar que salir a pasear, tener una relación sexual que amar. Por ello, cuando el artista canta, interpreta; busca el sentido al que su voz debe servir; no se trata de simplemente cantar para exhibir la potencia de su voz y técnica. Igual, en el diálogo, los amantes se miran, intentando descubrirse para engalanar o galantear al amado-a…no se trata de una exhibición de potencias o satisfacciones individuales; se trata de una melodía a dos voces.

Configurar ámbitos de amor, exige aprender a interpretar al tú; interpretar sus palabras y silencios; su mirada y sus caricias; sus cercanías y lejanías; sus ansias y sus cansancios; su forma de amar y sus amores; sus tiempos y sus espacios...Es mutuo...pues se aman.
No se trata de no considerar el significado; se trata de trascenderlo para formar ámbitos y moverse en el nivel moral que corresponde al ser personal. Creo que no hay mejor ejemplo que el dado por nuestro Alfonso López Quintás:“Explicaba un día en una clase de ética la diferencia entre erotismo y amor personal. Un alumno me interrumpió y casi airadamente me dijo: “¿Pero va a negar usted que, si tengo una aventura con la niña más mona de la clase, eso presenta un gran significado para mí?” “¿Cómo voy a negarlo?”, le contesté yo. Si usted se decide a ello es porque tal acción significa mucho para usted, tiene un gran significado. Lo que yo afirmo es que posiblemente no tenga el menor sentido, que es bien distinto”. (Ibíd. Pág. 93)

El peligro de reducir el amor a un hacer y producto.
Los objetos se pueden reproducir, hacer en serie; por ello son fácilmente reemplazables por otros y confeccionables por cualquiera que tenga la fórmula o modelo, la técnica y la implementación necesarias. Los objetos se fabrican para satisfacer las necesidades y gustos del cliente; la calidad de su confección está sujeta a la capacidad económica para comprar el mismo; se negocian. Tener, prestar, soportar, vender, usar, desechar, mostrar, utilizar, conveniencia, ambiente, apariencia… son términos apropiados para aplicarlos a los objetos.

El amor no se hace… se realiza, se crea como la obra de arte; sólo que su creación es continua y su inspiración y finalidad es el amado-a; por eso es fuente germinal, enriquecedora, vivificante, nutriente. Contrario al amor es el conformismo, la falta de iniciativa, la imitación, la habituación. Ser, dignidad, don, gratuidad, paciencia, gratitud, presencia, expresión, vínculo, realización, creatividad, valores, fidelidad, promesa, rito, ámbito… son términos apropiados para referirnos a las realidades personales.


Falta de un lenguaje apropiado para expresar el amor.

Muchas parejas tienen problemas por no saber expresar sus sentimientos, ideas, anhelos. Las palabras no sólo dicen…expresan, nos presentan, crean ámbitos.

Hablaremos de lenguaje prosaico a aquel que usamos para referirnos a las realidades-cosas (tenemos el lenguaje científico, el de los negocios, el técnico, matemático, etc.) y lenguaje poético a aquel que creamos para elevarnos a la existencia creadora, esto es, movernos en el nivel de las realidades personales, ambitales. El lenguaje poético se pone a disposición de los amantes; el lenguaje de la música o canción, danza, arquitectura, pintura, escultura, cine, paisaje etc. Aunque los amantes sean oftalmólogos, cuando se miran amorosamente, no tiene cabida en ese ámbito la frase “Me gustan tus corneas o la pigmentación de tu iris estimula mi hipotálamo”. Cuánta poesía en el abrazo, la caricia, la mirada de los amantes… es la magia del amor que hace que cada beso sea único e irreemplazable; es el misterio de la fidelidad; ámbito tan distinto al aguantarse o soportarse de muchas parejas.

Los amantes deben crear un lenguaje que les permita la intimidad, aunque estén rodeados de personas: un guiño, una palabra consensuada en secreto para decir te amo o quiero abrazarte, sin tener que decirlo con esas palabras. Uno de los graves problemas actuales es el empobrecimiento y agresividad del lenguaje.
El lenguaje poético es dúctil, ágil; juega según la situación: puede ir y volver entre lo grácil -la gracia- y lo cómico -la risa. La pareja requiere de ambos y ambos requieren de creatividad y elegancia (saber elegir) para ser oportunos y no caer en la cursilería o en lo grotesco. Los amantes ríen, juegan, bailan,… hay momentos en que el amor surte efectos de embriaguez como el vino. La risa surge cuando se pasa repentinamente de un nivel superior de realidad a uno inferior. Imaginemos, por ejemplo, una elegante sala de conferencia, en la cual un renombrado científico, se apronta a dar una conferencia sobre física nuclear: Un selecto auditorio lo escucha en absoluto silencio; de pronto, en forma imprevista le sobreviene un ataque de hipo… el primer impulso del público será reír. Una anécdota a menudo recordada, es la de Isaac Newton, el gran físico, quien encargó a un carpintero que abriera en la puerta de su casa un agujero grande para que pudiera salir su gata y otro agujero pequeño para que pudiera salir el gatito… Es interesante tener presente que para reír se requiere de una inteligencia que sea capaz de captar lo risible: el “sentido del humor”. Por lo mismo, también reímos cuando no podemos explicarnos alguna situación – aunque dramática- si somos capaces de ponernos como espectadores. Una vez superado el dolor y bochorno, reímos de una caída o de una equivocación. López Quintás insta a realizar la siguiente experiencia: Preguntemos a un niño dónde guarda sus cuadernos; luego, dónde guarda sus lápices, etc. Nos responderá sin mayor problema y en forma seria. Enseguida, preguntémosle cuántos años tiene; una vez nos conteste – por ejemplo, diga o señale con sus deditos “5 años”, preguntémosle dónde los guarda. Observemos su reacción. (Ibíd. pág. 138).
Es importante reír…sólo el ser humano es capaz de acceder al nivel de lo cómico. La risa equilibra el organismo; alivia las penas, el cansancio y las tensiones.
Distinta a la risa es la gracia; pues esta implica el ascenso del nivel de lo cósico a lo personal, ambital: El bailarín expresa a través de los movimientos de su cuerpo, belleza, ideas, sentimientos… Análogamente, el cuerpo del amado-a expresa la belleza y dignidad de sus sentimientos, de sus pensamientos, anhelos, valores, entrega… Es la diferencia entre apariencia y presencia; bonito y bello; sexo y sexualidad, pornográfico y erótico; aguante y fidelidad.